lunes, 29 de noviembre de 2010

La identidad de Villa Anglea

AQUI PRESENTO UN ENSAYO DE UN ALUMNO DE LA UEP Nº 28 FÉLIX FRÍAS QUE HABLA ACERCA DE LA IDENTIDAD DE VILLA ÁNGELA. LOS ALUMNOS TUVIERON QUE INVESTIGAR SOBRE MONUMENTOS IMPORTANTES, PERSONAJES IMPORTANTES, ADEMAS DE ASISTIR A EVENTOS CULTURALES, PARA LUEGO CONSTRUIR LOS ENSAYOS, QUE ALGUNOS LOS PRESENTO A CONTINUACIÓN. CON ESTO DEMOSTRAMOS EL SENTIDO DE PERTENENCIA QUE NUESTROS ALUMNOS TIENEN HACIA NUESTRA LOCALIDAD Y COMO PUEDEN SOSTENER SUS IDEAS. ES BUENO REFLEXIONAR SOBRE LO QUE NUESTROS ADOLESCENTES PIENSAN, SIENTEN Y DESEAN DE NUESTRA SOCIEDAD.

VILLA ANGELA,

UNA CIUDAD CON ALMA PROPIA

Así como una persona necesita formar su identidad desde la niñez para ser “alguien” y no “algo” el resto de su vida, una ciudad necesita de esa identidad para ser un “pueblo” y no una simple “población” que respira al mismo tiempo el aire de un rincón del país.

Villa Ángela ha tenido todo un siglo para darle forma a esa identidad y sobre todo en los últimos tiempos se puede decir que lo ha logrado. A través de sus famosas fiestas populares, su historia y su vida de pueblo, cada uno de sus ciudadanos se siente profundamente identificado con su tierra y sus vecinos.

El elemento fundamental que representó el inicio de la historia villangelense es el comienzo del trabajo en la fábrica “La Chaqueña”. Esta fuente de empleo represento la escuela de cultura laboral, empleando y marcando a varias generaciones y siendo la piedra fundamental de nuestra identidad.

La Chaqueña se fundó en el año 1925. En las instalaciones trabajaban unos 250 obreros y más de 3000 hacheros en los montes de la zona, que ponían todas sus fuerzas y empeño en su labor y sin darse cuenta, construían el progreso.

En sus años dorados, la fábrica funcionaba a pleno y era el motor económico del pueblo. Cada ocho horas el famoso “pito de la Chaqueña” anunciaba el fin de un turno, y daba la bienvenida a los trabajadores del turno siguiente. Esos turnos iban desde las cuatro de la mañana hasta las doce del mediodía, y de ahí hasta las veinte horas, cuando comenzaba el tercer turno que culminaría a las cuatro de la mañana del día siguiente, es decir que las veinticuatro horas del día la fábrica trabajaba sin descanso y llegando a producir mil doscientas bolsas de extracto diarias, de las cuales el 90 % se comercializaba en el exterior, convirtiendo así a la empresa villangelense en marca de

“exportación”.

Pero la pujanza de La Chaqueña comenzó a apagarse a mediados de los sesenta, con varios inconvenientes para la producción. El 28 de julio de 1983 se concretó la última producción.

Todo el pueblo extraña la Chaqueña, más aún los que vivieron su apogeo. Atrás quedaron los tiempos de olor a quebracho, del movimiento de obreros, de las familias esperando que los hombres salgan del trabajo, y sobre todo el vapor saliendo de la chimenea y el silbato, que se convirtió en el reloj oficial, inundando a toda la ciudad con su inconfundible sonido, quedando guardado para siempre en el recuerdo de todos los habitantes de este suelo

Poco tiempo después de que La Chaqueña comenzara a funcionar, empieza a circular por Villa Ángela su nexo con el exterior, el tren. Este se convirtió en puente de salida para la producción autóctona y puerta de ingreso para los hijos adoptivos de esta ciudad.

A partir de ese momento comenzó la pujanza del pueblo y la gente empezaba a sentir cierto afecto por Villa Ángela.

La población se fue multiplicando gracias en parte a los inmigrantes, quienes se reunían para mantener viva su cultura, aún en el extranjero. Nacen así las colectividades de inmigrantes, que aportaron a la cultura local parte de la suya, convirtiendo a la ciudad en un crisol cultural.

Esta gente trajo también su fuerza de trabajo en el campo, agregando un nuevo recurso a la floreciente economía local, el cultivo de la tierra, principalmente de algodón, que fue el sostén del pueblo luego del cierre de La Chaqueña, permitiendo así su supervivencia.

Con el tiempo el ferrocarril siguió trayendo nuevos pobladores, y el pequeño caserío fue creciendo hasta convertirse en una ciudad. Esa gente llegaba con costumbres nuevas, que las fue implementando en su nueva tierra, es así que nacen las fiestas de las Colectividades, festivales en donde se compartían música, platos y demás costumbres de sus respectivas regiones del mundo con sus nuevos vecinos.

Estas fiestas se convirtieron en una de las primeras expresiones de festividad y alegría villangelense. Ese espíritu sigue distinguiendo a Villa Ángela, y la fiesta más popular en la actualidad son los famosos carnavales, que la posicionan año tras año como la capital de los Súper carnavales en el Chaco.

Esta historia de fiesta, brillo, belleza y diversión comienza hace cincuenta años, cuando en las antiguas Baturé desfilaban hermosas mujeres por la avenida 25 de Mayo, por las calles de tierra, pero con el espíritu propio de un pueblo que ríe y disfruta de estas fiestas.

Para cualquier mujer villangelense es motivo de alegría y honor formar parte de una comparsa y salir a bailar por el corsódromo todas las noches, defendiendo a Ará Sunú, Hawaianas o Bahía, una rivalidad que se vive todo el año pero que se experimenta sólo en un mes.

Ese sentimiento de rivalidad sana es lo que despierta pasión en la gente, la misma pasión que despiertan los clubes, Alvear y Progresista, los “River y Boca” villangelenses, con sus destacados equipos de básquet.

Los jóvenes se preparan desde niños para poder entrar a la cancha algún día con el plantel profesional. Los hinchas alientan cada minuto del partido por su equipo con cánticos y banderas. En la calle y en la rutina diaria esa pasión se mantiene y se hace notar. Antes de cada partido los hinchas esperan ansiosos varios días, sobre todo en la previa de los clásicos para ver quien es el mejor. A pesar de esa rivalidad, ambos clubes saben que hacen a la identidad y al orgullo villangelense.

Todo esto, sumado a su arte, retratado por su ilustre vecina Lilly Zollinger de Escrivanich, sus lugares de reunión, su plaza, su palacio municipal, su estación de tren, sus históricas escuelas, sus barrios, su gente y su vida de pueblo, hacen que Villa Ángela tenga una identidad propia.

Pero esa identidad y esa historia que hay detrás de ella estuvieron ocultas por años. A cien años de su nacimiento como pueblo, los villangelenses buscan materia prima para empezar el camino hacia los doscientos años, y para ello necesitan ver qué tienen, qué les ha quedado después de todo, y en este centenario han descubierto que lo más importante que les queda es su historia.

Tan solo en un mes se ha recordado a Martin y Gruneisen, fundadores de Villa Ángela, a Ángela Joostens, fuente de inspiración para nombrar a la “villa”, a La Chaqueña”, al tren, a los pioneros de esta ciudad que construyeron el camino por el cual transitamos.

Recién ahora, un siglo después del comienzo de esta historia que nos hace realmente únicos se la vuelve a leer para redescubrir y revalorizar algo que comenzó a gestarse nuevamente y que es nuestra amada y querida identidad.

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