domingo, 10 de abril de 2011

Mila Dosso
El Gran Hermano


Domingo, 05 de Diciembre de 2010 - 04:00


“Yo no creo que el género de sociedad que describo vaya a suceder forzosamente, pero lo que sí creo (si se tiene en cuenta que el libro es una sátira) es que puede ocurrir algo parecido. También creo que las ideas totalitarias han echado raíces en los cerebros de los intelectuales en todas partes del mundo, y he intentado llevar estas ideas hasta sus lógicas consecuencias.” (George Orwell)

Cuando en 1949 se publicó la novela “1984”, el escritor británico George Orwell no imaginó que su obra, considerada una pieza de ciencia-ficción, se iba a convertir, 61 años más tarde, en realidad. Que esa sociedad terrible, totalitaria, que él ingenuamente denunció se iba a prolongar hasta hoy con las llamadas sociedades globalizadas de inicios de siglo.

Aquel omnipresente y vigilante Gran Hermano de la habitación 101, el guardián de la sociedad, el dios pagano y el juez supremo, único y todopoderoso que vigila sin descanso fue expuesto, con sus miserias al desnudo, cuando WikiLeaks dio a conocer los secretos de la diplomacia estadounidense. Desde el espionaje de la ONU y de los principales dirigentes del mundo, incluidos de América Latina, hasta el bloqueo de Irán y las aberraciones cometidas en Irak quedaron al descubierto en medio millón de cables que desataron un tsunami diplomático mundial.

Nunca antes en la historia la gran superpotencia perdió el control de vastas cantidades de información sensible, datos que pueden ayudar a pintar una imagen de las bases sobre las cuales se construye hoy la política exterior de Estados Unidos.Y nunca antes la confianza de los socios de Washington se ha visto tan sacudida.

¡Pero vaya novedad que Estados Unidos espíe al resto del mundo! Es decir, a su patio trasero que, bien mirado, es su codiciado jardín de las delicias: recursos naturales, petróleo, agua...

Pero que WikiLeaks haya desnudado parte del entramado de control imperial del mundo —más allá de las estúpidas interpretaciones y acusaciones de la Casa Blanca—, muestra el verdadero rostro del poder mundial que Washington detenta.

Si no fuera porque revela el manejo que hace la diplomacia de Estados Unidos, su desprecio por la soberanía de Estados independientes, su desconfianza respecto de gobernantes que luego llama ‘amigos’ y su secular intromisión en asuntos internos de países soberanos “sospechosos y peligrosos” para sus intereses, algunos de los temas requeridos, como los que hacen a Cristina Krichner sobre cómo controla sus nervios y su ansiedad, como la afecta el estrés y quién la ayuda a manejarlo, si se medica o si se consuela acostándose con cuatro gotitas de channel número cinco, darían risa.

¿Alguien les preguntó alguna vez qué tomaba, aunque es archisabido, el demente de George Bush (h) para embarcar al mundo en el peor de los horrores?

Pero no da para la risa. La política exterior de Estados Unidos, gobierne quien gobierne, está diseñada para proteger sus intereses, no hay que olvidarlo jamás.

Detrás de todo esto se esconden los grandes intereses económicos y geopolíticos. La biodiversidad se ha convertido en un factor clave del futuro. La Amazonía es la zona más rica del planeta, y de ahí hacia el sur podemos nombrar muchas hasta llegar a la gran reserva de agua: el acuífero guaraní, que pertenece a cuatro países de la región —Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay—, que tiene que ver con la cuenca del Plata y constituye la mayor reserva de agua de la humanidad.

Sobre esto ya ha puesto sus ojos Estados Unidos a través de grandes empresas trasnacionales. Éste es el eje fundamental de los intereses que se vienen manejando, como también todo lo que corresponde al ecosistema y a los recursos naturales de nuestros pueblos.

No se trata de una confabulación o aquel guión de George Orwell de ficción que pareció exagerado. Se trata de lógica geopolítica, se trata de la disputa de recursos necesarios dentro del tablero internacional del siglo XXI. Se trata de lo que siempre se trató la historia.

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