sábado, 9 de abril de 2011

N° 87 | BOLETÍN DE ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) | 9 de octubre de 2002
Esto no es para vos
por Sandra Comino
Texto de la ponencia presentada por la autora en la mesa redonda "Los temas recurrentes y las nuevas tendencias en los libros para jóvenes" (Cómo entra la realidad en los textos. La aparición de problemas sociales, históricos, la muerte, la enfermedad, la sexualidad, la pobreza en la ficción para un receptor juvenil), realizada dentro del marco de las Jornadas para Docentes y Bibliotecarios "Libros infantiles y juveniles. Libros diversos, múltiples lecturas" de la 13ª Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, julio de 2002).
La autora comenzó su ponencia leyendo el cuento de su autoría "Velorio de campo", que publicamos en la sección "Ficciones".
Voy a comenzar leyendo las respuestas a dos preguntas que responde Gustavo Roldán en una entrevista para el suplemento Cableniños (1):
"¿Cuáles son los temas tabúes en la literatura infantil?"
"El sexo, la muerte, las malas palabras, los grandes temas que les interesan a los chicos, ...la política. Vivimos en un mundo de políticos perversos que aparecen todos los días en los diarios y de eso nadie habla con los chicos."
"¿Hay censura?"
"La censura se ejercita de maneras muy perversas, porque está oculta. Un libro que queda en el cajón de un escritorio y no puede ser ni visto ni leído por ningún niño, no existe..."
Roldán en sus palabras resume un aspecto de lo que sucede en el campo de la literatura infantil y juvenil hoy en nuestro país y habla de lo oculto y dice que aquello que queda oculto no tiene defensa posible. ¿Serán la muerte, el sexo y la política temas prohibidos en la literatura infantil? ¿Será que hay que ocultar esos temas? En todo caso, ¿alguien prohibe hablar de esos temas? ¿Qué se puede decir y qué no en la ficción en el 2002? ¿Quién permite la circulación de aquello que se dice y quién no? ¿Es molesto hablar del hambre, del dolor, de la muerte? ¿Tan molesto es hablar de la muerte?
Todas estas preguntas surgen por la escasa incursión de estos temas en la amplia producción de literatura infantil y juvenil hoy en Argentina. Esta producción tiene dos brazos: uno que abarca la literatura fantástica y otro prematuro de corte más realista donde se filtran algunos conflictos a veces de manera simbólica y otras con un compromiso más abierto. Hay autores que hace algunos años incursionaron en este terreno. Los conflictos sociales aparecen tímidamente de la mano de algún editor que existe pero que no abunda. Estos temas tabúes, por llamarlos de alguna manera no están ausentes, pero tienen escasa presencia. Como consecuencia, aparece la palabra censura. Si de censura se habla a la hora de elegir ficción para los más chicos, las hay de varios modelos. A la hora de leer, la censura tiene reparos propios, ajenos, de la institución, de los padres, del entorno. ¿O nadie dudó en leer La canción de las pulgas (2) cuando Gustavo Roldán no solo se permite cantar pata, peta, pita, pota, puta sino que agrega repata, repeta, repita, repota y reputa? A la hora de escribir, la censura parece que no existe. ¿Qué pasa a la hora de publicar?
La censura a veces se ejerce por omisión. ¿O nadie omitió alguna vez con los más chiquitos la parte en que a Bambi se le muere la madre? Y eso que Disney no es literatura. Imposible olvidar en la infancia la muerte de Beth en Mujercitas que mi espíritu trágico de escritora leía y relía sólo para llorar. Cientos de veces me encontraba sin el libro porque al pobre lo culpaban de provocar ese terrible estado de ánimo. La censura lleva la carga ideológica de quien la emite y yo me preguntaba a quién podía molestarle que llorara. Pero para los adultos la muerte era un enemigo respetable, no querían que la leyera, pero durante el almuerzo se escuchaba el noticiero donde antes de las noticias el locutor enumeraba los muertos del día y eso para mí era más trágico que la muerte de Beth, porque a esa muerte, la de Beth, podía leerla y si se me antojaba la obviaba salteándome las páginas y si se me antojaba, la resucitaba con sólo leer los primeros capítulos. En cambio, los muertos de la radio se morían y allí estaban en los velorios donde también me llevaban. Esto demuestra que la censura responde a los miedos de quien censura.
¿Existe la censura en este país? En mi opinión hay un tipo de censura vivita y coleando que es por omisión y está vinculada con la temática. Es importante destacar que a la hora de seleccionar un libro es más valioso que tenga un equilibrio entre la escritura y la historia y no importa si es de corte realista o de ciencia ficción; da igual, éste no es el punto. El punto para detenerse es qué pasa con aquellos textos que hablan de temas que no aparecen demasiado en este campo de la literatura infantil y que sí aparecen sin problemas en la literatura para adultos. Nadie dice esto no se publica hoy en Argentina, pero todos sabemos lo que no se publica.
La contradicción viene a cuento: ¿Por qué en un país donde la violencia es la tapa del día, es malo hablar de la muerte? ¿Y cómo sé que es malo hablar de la muerte? Porque no encuentro muchos libros que hablen de la muerte.
El escritor está inmerso en un contexto histórico, social y su producción tiene que ver con las condiciones de producción de una época determinada. Esto que dijo alguna vez Walter Benjamin es muy claro. El niño cuando construye una historia no admite censuras. Los chicos no se censuran. "Así escriben sus textos, pero también los leen así..." La censura la ejerce el adulto. Y el escritor no dice "Hoy voy a hablar de la muerte" se sienta y escribe sobre eso. No. Eso no es literatura. Un escritor escribe y lo hace desde las entrañas, con su historia, sus recuerdos, sus miedos, sus obsesiones, sus lecturas... Cuando un escritor escribe acerca de la muerte, de la enfermedad, de los desaparecidos, de la pobreza es porque pone en palabras aquello que no le cabe de otra manera en el cuerpo. Escribe lo que puede y lo que le sale. El entorno siempre repercute en la producción por identificación o por omisión. Todos sabemos que durante la dictadura en Argentina que abarcó desde el '76 al '83 se prohibieron libros por decreto, se quemaron y censuraron libros, todo eso es demasiado conocido. Pero nos cuesta admitir que hoy existe una censura.
La palabra censura trasciende los decretos, se instala en una sociedad que empieza a convivir con ella y se convierte en algo cotidiano y crece. Volviendo a la censura de la infancia, en la década del '70 no bastaba con lo prohibido por los decretos sino que la censura explícita o implícita estaba para no transitar la libre lectura. ¿Estaba? "Esto no es para vos." ¿Quién no lo padeció? ¿Será que no nos lo podemos sacar de encima? Siempre el adulto censura desde su ideología por eso es tan difícil hablar de los criterios de selección. Volviendo a mi infancia que transcurrió en el campo, la censura pasaba (además de la muerte) por los temas relacionados con el sexo, por las novelas de Corín Tellado porque "describían" demasiado y seguía su camino por las fotonovelas. Todo este recorrido, por suerte en mi historia, fue alterado por la curiosidad y por la aparición cómplice de adultos que me ayudaron a cruzar el umbral de lo prohibido.
La censura actual, no es por decreto, ni está masificada, está y, como dice Roldán, se produce por ocultamiento o por indiferencia a ciertos temas. Y esa forma de censura se ha transmitido de generación en generación, con tanto éxito o más que la narración oral y está ajustado en la sociedad como un abrojo.
Winicot habla del espacio transicional que es la zona entre la realidad y el sueño y allí, en ese espacio ubica la creación literaria. En los momentos de crisis donde la realidad sobrepasa los límites y supera la ficción, ese espacio creativo puede adoptar diferentes posturas: evasión, omisión o compromiso. De esto hablaron muchos pensadores. Bajtín dice que cada escritor escribe desde una ideología que él llama cotidiana y que por más que ese sujeto carezca de ideología escribe desde un lugar donde plasma esa carencia y por lo tanto su ideología es esa. No es intencional plasmar la ideología se escribe así porque no se puede hacer de otra manera. Uno escribe desde su ideología y desde la ideología se lee aquello que no se escribió.
La evolución en el cambio histórico de la infancia, quizá influenciada por el consumo, hace que en la actualidad represente un gran mercado en general y dentro de ese mercado se encuentra el mercado editorial. En ocasiones se edita aquello que se sabe que se va a vender.Y esto circula de una manera extraoficial. La historia oficial habla de la libertad de prensa y publicación. También dice que vivimos en democracia. Un escritor sabe de antemano qué le podrán publicar y qué no. Hay escritores que se ajustan a lo publicable, están los que tienen todo permitido por su trayectoria y reconocimiento y están los que pululan por las editoriales y escuchan: "Tenés que escribir otra cosa." "¿Por qué no escribís algo más alegre?" Y como dice mi amiga Graciela Cabal: "No es mi caso, yo no puedo escribir de dinosaurios." Como una especie de pacto para proteger de antemano a los lectores, con el perdón de los presentes y sin ánimo de ofender, creo que a veces el director de colección recorta o elige aquello que cree que va a ser leído. Y allí es donde el lector pierde libertad porque sólo puede elegir lo que previamente ya está elegido. Y lo que no se lee, no se vende, y si no se vende no existe porque para la ley del mercado sólo es bueno aquello que vende.
Niños de shoping, de barrios cerrados y countries conviven bajo un mismo cielo con niños de la calle, analfabetos y trabajadores. ¿Quiénes son los que leen? Y en todo caso, ¿leen lo mismo? Un niño actual no es igual a un niño del siglo pasado, ni siquiera se parece a un niño de hace 10 años. Hoy no todos tienen acceso a la educación. El alto costo de la pobreza dice que el cociente intelectual de un niño pobre es un 20% más bajo que el de un niño de clase media para arriba. Las cifras siempre son odiosas pero ésta pone de manifiesto la desigualdad en términos de estimulación y adquisición.
Haber escuchado cuentos en la primera infancia ayuda al descubrimiento, no sólo del lenguaje, sino de todo un mundo. La adquisición del lenguaje trae consigo el poder comunicarse. Todo niño está entusiasmado por aprender a leer y por comunicarse. El desafío es leer para apropiarse de mundos.
Muchas veces cuando termino de escribir un cuento me pregunto: ¿quién lo leerá?, ¿lo podrá leer un chico que espera la hora del almuerzo en el colegio porque en su casa no pudo cenar? O, en todo caso, ¿qué derecho tengo yo de decir esto no lo escribo porque no me lo publican? Los chicos deben tener la posibilidad de elegir cuentos que le hagan olvidar por un rato lo que padecen o historias que le permitan identificarse o relatos que le dejen hundir su dolor o narraciones que lo hagan estallar de alegría, pero siempre de una literatura que haya sido escrita desde el corazón sin prohibición alguna.
El temor es que así como los diarios publican aquello que desean publicar; así como la televisión construye, deforma, esconde o muestra la noticia, desnuda lo que desea y tapa lo que no desea, el temor —reitero—, es que la literatura se acomode como los diarios y la televisión. Es una época propicia para eso.
En esta Argentina que atraviesa la peor crisis económica y social que podamos recordar hay algo que sí es para mí y también para ustedes, para los chicos, para todos, aunque tengamos hambre y bronca: la literatura que es resistencia y esperanza.
Notas
Entrevista publicada en Cableniños, suplemento informativo de UNICEF Argentina y la agencia de noticias Télam (Buenos Aires, 17 de Julio de 2002) y reproducida en forma completa por Imaginaria en esta dirección: www.imaginaria.com.ar/08/2/entrevista.htm
La canción de las pulgas. Ilustraciones de Raúl Fortín. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1990. Colección El Pajarito Remendado.
Sandra Comino (asienlatierra@yahoo.com.ar) nació en Junín, provincia de Buenos Aires, en 1964. Es escritora, docente y coordinadora de talleres de escritura y de promoción de la lectura, e investigadora de Literatura Infantil y Juvenil. Coordinó la Biblioteca Infantil de la Fundación El Libro de Buenos Aires. Forma parte de la Comisión Directiva de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina), y es integrante del Comité Editorial de las revistas La Mancha (Argentina), RELALIJ (Fundalectura, Colombia) y Vagón Literario (Alfaguara, México).
Así en la tierra como en el cielo (Grupo Editorial Norma), su primera novela, fue finalista en el concurso Premio Norma-Fundalectura 1998. Su cuento La enamorada del muro fue galardonado con el Primer Premio del concurso "A la Orilla del Viento" 1999 y publicado por el Fondo de Cultura Económica de México. Su obra La casita Azul (Nouvelle) recibió en 2001 el Premio Iberoamericano Para leer el XXI (Cuba) y será publicada en Brasil, Canadá y Cuba. En el mismo año, por su trayectoria en la promoción de la literatura infantil, ganó el Premio Especial La Rosa Blanca (Cuba).
Ejerce el periodismo y colabora en medios gráficos en crítica literaria. Entre otros medios, sus artículos se publicaron en Cronista Comercial, A-Z diez, La Nación, Puro Cuento, Horizonte de Cultura, Planeta Urbano, Imaginaria y Planetario.
Como investigadora, actualmente integra el equipo de Buenos Aires que desarrolla el Catálogo histórico, ilustrado y razonado, de las lecturas de infancia en el Río de la Plata", junto a Graciela Montes, Nora Lía Sormani y María de los Angeles Serrano.
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